Los productos de talabartería sufren un deterioro natural por uso, ¿pero acabarse? No a muchos les pasa. Basta una retocada para que vuelvan a quedar como nuevos. Sus orgullosos poseedores suelen exhibirlos y no es raro escuchar a uno o a otro decir que perteneció a su abuelo y hasta a su tatara-abuelo.
Los artífices de esto tan resistente son los talabarteros, un oficio tradicional y antiguo que algunos definen y suscriben al arte de hacer sillas para montar a caballo y sus accesorios. Otros le incluyen a este concepto la marroquinería (fabricación de bolsos, carteras, billeteras, monederos entre otros artículos), que citan como un subsector ligado a la industria de la talabartería; también conocida como guarnicionería. En todo caso, en una o en otra definición, tiene el común denominador, en el imaginario del consumidor corriente, del cuero como una de las principales materias primas para la fabricación de productos y accesorios funcionales o decorativos.
Historia de la Talabartería en Colombia.
En Colombia, la cuna de estos negocios está en Antioquia y allí operan, precisamente, los grandes jugadores de este mercado y los más antiguos. Mesacé, por ejemplo, es la madre de todos.
Esta talabartería que tiene una trayectoria de más de 110 años manufacturando el cuero y solo hasta el año 2012 dejó de ser una empresa familiar. Felipe González, su propietario y gerente asegura que muchos negocios nacieron a la sombra de Mesacé. Esta característica ha hecho muy favorable la industria ya que las diferentes marcas importantes que hay tienen procesos productivos muy exigentes y hacen que el estándar de calidad sea alto y retador. Es lo que Felipe llama como “dignos rivales” de productos de talabartería; donde todos al final salen ganando.
“Somos la marca de talabartería más antigua en el país y la que más monturas produce al año. En Colombia se fabrican y se venden al año unas 15.000 sillas, de esas nosotros fabricamos y vendemos 8.000 en Colombia; y de esas aproximadamente 3500 van destinada a exportaciones”, dijo.
Es rentable el negocio de los productos de talabartería?
Pero ¿es rentable un negocio cuyos productos fabricados tienen fama de durar toda la vida?. Esa pregunta le pasó por la cabeza a González, una y otra vez, cuando iba a comprar Mesacé, pero decidió hacer el negocio al darse cuenta de algo. “Hay sillas que pasan de generación en generación y son de lujo. Las que más se venden son las que utiliza el mayordomo a diario y estas por el uso se desgastan y deben ser reemplazadas. Entonces, las sillas de trabajo son las que mueven el negocio de la talabartería. De 20 que vende Mesacé, una es de lujo y 12 van para mayordomía. Paralelo a ello están sus accesorios que también tienen mucho desgaste. Las sillas utilizadas en mayordomía tienen un costo promedio de entre $700.000 y $1.000.000 y las de lujo de Mesacé van en un rango de $1 millón a $3 millones. El portafolio de sillas de montar se puede encontrar en www.mesace.com.co. Sin embargo en el mercado pueden encontrarse monturas hasta $10 millones de pesos.
Pero hay otros factores que hacen que el negocio, si bien los productos de talabartería son durables y tradicionales, tenga también una buena rotación. Por un lado, dijo Guillermo Londoño (www.guillermolonodo.com), propietario de una talabartería que lleva su nombre en Medellín, la línea del negocio pecuario ha incrementado en todas sus formas. Otras palabras mágicas en el negocio son la innovación y el bienestar del caballo. Carolina Guarín es la directora de mercadeo de la Talabartería PPP de Antioquia, quien señala que, además de buscar nuevos clientes y abrir mercados, sobre todo en el exterior, la innovación es un punto clave.
Y qué se fundamenta la innovación en los diseños de esta industria?
“Se innova en el diseño y en el material. En el año 2013 empezamos a trabajar el fuste (esqueleto o chasis de la silla), que tradicionalmente se hace en madera, en fibra de carbono que lo hace liviano y resistente. Es flexible y da la posibilidad de ser ergonómico para acomodarse muy bien al caballo dándole bienestar”, sostuvo. En ello coincide Felipe González, y dice que los materiales livianos se adaptan anatómicamente al caballo para que la silla no lo maltrate. Un factor transversal a todo ello es la calidad, condición que se da por descontada cuando de talabartería se habla. Las sillas de montar son productos artesanales, manufacturados en un 100%. “Nosotros hacemos todo el proceso, nada maquilamos porque en una tercerización es difícil controlar la calidad”, dijo Guarín. Esta característica es fundamental, y tanto Felipe González como Guillermo Londoño tienen entre sus pilares empresariales fabricar todo en sus propias instalaciones, para así poder tener control de la calidad y de las entregas.